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Seline Draven
El sabor amargo de tu sombra Me arranco tu sombra del pensamiento, como quien arranca raíces podridas sabiendo que aún sangran savia de ternura. Tus besos, fósiles incrustados en mi pecho, siguen ardiendo como brasas que no se rinden al silencio de las cenizas. Maldigo el instante en que la suerte — ese verdugo con máscara de anfitrión— abrió la puerta a tu risa. Contigo, la vida era un daikiri, una metáfora líquida de paraíso: espuma y azúcar sobre mi lengua, un mar que parecía eterno. Hoy bebo coñac como quien bebe fuego, mi habitación es un féretro sin tapa, y yo, cadáver consciente, me revuelvo entre botellas huecas esperando que alguna conserve tu perfume. Te odio con ternura, te amo con rencor, y en esa paradoja me deshago: fui templo, soy ruina; fui faro, soy naufragio; fui carne viva, ahora soy eco. Y aun así, si regresaras, sería capaz de volver a maldecirme por nombrarte salvación.